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El diseño es un proceso iterativo.

Arq. Ricardo Dan Díaz

Estamos acostumbrados a pensar en los procesos de diseño arquitectónico como si fueran una película. Con personajes, principios, nudos, clímax, y desenlaces. Y es porque, al momento de relatar un proceso de diseño, la relatoría misma es la que tiene esas partes, pero el proceso de diseño es multivectorial y en muy poco se parece a una relatoría; en medida que se comprende lo amplio y multifacético que es este proceso y sus variables, se logran más realismo en los desarrollos de proyectos, y consecuentemente, se percibe mucho más control de los resultados; cuando se quiere sobre-simplificar este proceso, los arquitectos e ingenieros acabamos arrollados por las sorpresas de un proceso amorfo.


Es muy largo.


Lo principal, es comprender que el proceso de diseño en general, puede tener una secuencia previsible, pero el arquitectónico no. Es decir. Para diseñar un exprimidor de limones, un diseñador industrial debe comprender al usuario, la operación, la resistencia de un limón a la compresión, determinar que es una máquina simple que servirá para exprimir un limón, pero no una naranja, o si un limón de Tecomán, pero no un limón Eureka, comprender la antropometría, el ángulo al que la palanca abrirá al introducir la fruta en el receptáculo, la distancia a la que quedarán las manivelas, y finalmente calcular (si acaso, porque anecdóticamente seguro muchos estamos familiarizados con el reemplazo hecho en casa de tal pivote por un clavo) el momento que ocurrirá en la articulación, y la fuerza que el usuario tendrá que aplicar a la herramienta. Habrá luego de encontrar geometrías más cómodas para el usuario, eficiencias en materiales, y muy al final, el color del que será el exprimidor. Dos o tres prototipos a escala real funcionarán, y listo. En un margen de tiempo bastante controlado, con muy poca gente involucrada en el proceso, y toda esa gente con un perfil profesional parecido; se diseña, se prueba, se depura, y a vender exprimidores.


No queriendo demeritar en ningún momento el valor de un buen diseño industrial, y aceptando que en el ejemplo dado está simplificado para fin de llegar al siguiente punto, se puede concluir del párrafo anterior, que el proceso es francamente más secuencial y asimilable de principio a fin por un comité de diseño.


El diseño arquitectónico es bastante más largo, y el paso del tiempo tiene una influencia tremenda en el edificio resultante. Esto es totalmente imposible de prever con exactitud.


El ejemplo más claro, lo hemos vivido en carne propia recientemente. ¿Quién hubiera puesto en sus rutas críticas o sus planeaciones más atinadas, una guerra, una pandemia? Es tan largo el proceso de diseño arquitectónico que las variables naturales, generan sub-variables. Las personas se casan, se emancipan, se vuelven padres y madres, tal vez se divorcien, tal vez pasen por el quirófano, compran coche nuevo, o casa nueva, se reconcilian con la tía con la que había enemistad, se pelean con el compañero de trabajo y una gran cantidad de etcéteras. Las computadoras se vuelven obsoletas, se vuelven lentas, y hay que renovarlas, salen softwares nuevos, sistemas operativos nuevos, algunos otros se descontinúan, y probablemente para una empresa era indispensable ese software. El peso se aprecia, el dolar se devalúa, las tasas de interés se mueven, los créditos reaccionan, entran presidentes, salen otros. Empresas surgen y otras quiebran, algunas se asoscian, y otras dejan de producir algunos materiales. En fin. Las ideas y decisiones que en un momento parecían ser las que mejor atendían al Proyecto en cierto momento, pueden resultar absurdas meses después. Y hay que adecuar el proceso con realismo.



El diseño arquitectónico no es una secuencia, es un conjunto de secuencias.


Retomando el ejemplo del diseño de un exprimidor de limones. La imaginaria empresa “Exprimidores Finos SA de CV” tiene un departamento de desarrollo de producto que sólo se dedica a eso. El inversionista, el diseñador, el ejecutor, y el comerciante se conocen entre ellos, puesto que trabajan en la misma empresa y todos ellos quieren hacer el mejor instrumento en el mercado para satisfacer la necesidad de apachurrar con mayor eficiencia la fruta tropical. Todos tienen el mismo logotipo en los fondos de pantalla de sus computadoras.


El diseño arquitectónico es tremendamente más complejo por ser un manojo de secuencias en dirección afín principalmente, pero no necesariamente con vectores paralelos.


Para empezar; son empresas, no sólo personas las que forman parte de un proyecto. Y el interés de los consultores de fachadas, es ser los mejores consultores de fachadas del mercado; así los ingenieros MEP, las Gerencias de obra y el propio despacho de Arquitectos que orquesta a todas las ingenierías. Cada uno de ellos quiere ser el mejor en su categoría, y sólo de forma tangencial coinciden en un proyecto. De ahí que sea multi-vectorial; Todos quieren progresar, todos quieren y pueden hacer un buen trabajo, pero cada quien en su categoría, en sus economías y sub-mercados.


Esto, ulteriormente, conduce los intereses y percepciones de suficiencia de información, oportunidad de su entrega y muchas relatividades más; lo que para una empresa puede ser un equipo “pequeño” de arquitectos destinados a un proyecto, para otra puede ser una multitud; lo que para una empresa, puede ser rápido y ágil aumentar el número de personas adscritas a un proceso, para otra, puede inviable. Y principalmente, el proceso de diseño MEP, es muy diferente al de paisajismo y al de fachadas, y todos éstos son a su vez distintos al proceso de diseño arquitectónico, al de pre-construcción, y al de construcción. Un equipo colaborativo, con mucha comunicación, aportará todos esos ángulos y serán proceso fluidos; un equipo con poca comunicación, es pobre en empatía interdisciplinaria, y los proyectos se vuelven tensos y ajenos.


El proceso iterativo.


Hay más componentes qué pensar en todo esto, pero con el detalle de esos dos, duración y polisecuencias, podemos llegar al punto del proceso iterativo. Hay que analizar, diseñar, proponer, evaluar, documentar y repetir y combinar.


Iterar es repetir. En procesos analíticos, como el de ingeniería de fachadas, iterar es indispensable para analizar todas las opciones y configuraciones posibles en un edificio.


A todos nos ha dado alguna vez un catarro, y la cantidad de remedios, desde el caldo de pollo, hasta los antibióticos (equivocadamente), se puede pasar por una tremenda cantidad de alternativas, unas menos absurdas que otras. Pero, al final, se toma uno el caldo de pollo, el paracetamol, los chochitos homeopáticos, el té con miel, y demás, y de pronto ya no sabe uno ni qué fue lo que verdaderamente funcionó si no es que sólo fue el tiempo transcurrido en este experimentar. Un proceso analítico más serio, en este caso, sería primero tomar el caldo de pollo, evaluar la persistencia o desaparición de la enfermedad, anotar los resultados, y seguir a otro, y apuntar. Alguien podrá preguntar ¿pero y las combinaciones? Y es justo ahí donde hay que iterar. Tomar el caldo de pollo, evaluar, registrar; sumar el té más el caldo, evaluar, registrar; si hay cambio, pivotar sobre esta constante, si no, desechar la añadida… y así sucesivamente.


Regresando a la Arquitectura; con los factores de economía cambiante, guerra en Europa, diásporas pospandémicas, inflaciones globales y cada una de las variables que comentamos en la influencia del tiempo en las empresas y personas; las condiciones de mercado de fachadas cambian muy rápidamente, muy drásticamente. Así también, el precio de la energía para refrigerar o calentar. Analizar hoy el diseño y la especificación de una fachada, más que nunca, urge a la implementación de un proceso iterativo. Es la única forma en la que se pueden evaluar las interacciones de muchos factores a la vez. Unos más lineales que otros. La Espectrofotometría de vidrio vs. precio por metro cuadrado vs. temperaturas de confort vs. número de proveedores de sistemas vs. Influencia en el acero estructural del edificio vs. Desempeño acústico, etc.


Hacer un proceso analítico iterativo, nos induce a cuestionarnos ciertas cosas que dábamos por hecho; como el caso alegórico del caldo de pollo que cura el catarro. Tal vez siempre habíamos pensado que cierta opción constructiva era mejor en términos constructivos que otras directamente, pero analizándolo con más variables, como peso por metro cuadrado, costo y número de eventos de mantenimiento a mediano plazo, por ejemplo, los resultados pueden ser asombrosamente distintos.


Hay que estudiar, simular y estar dispuestos a cuestionar nuestras prácticas y creencias inerciales. Casi siempre lo más tecnológico, como automatizaciones, sistemas más avanzados de aislamiento y operación, parecen inicialmente más caros, pero en el mediano plazo retornan la inversión y se vuelven ahorro. Más en estos tiempos de acelerado cambio climático.


Siempre se ha dicho, desde que existe la Arquitectura como una de las Siete Bellas Artes, que la Arquitectura es demasiado ciencia para ser arte, y demasiado arte para ser ciencia. En los especialistas reside la responsabilidad de volver ciencia el proceso. Estando al corriente de nuevas tecnologías, de nuevos productos, y sobre todo, estando dispuestos y ávidos de entender cosas que desafían las formas de pensar y construir que nos han traído al estado de calentamiento global actual. Rompamos la inercia. Pensemos menos linealmente. Más multifactorialmente. Más progresistas. Más matemáticamente. Más rápido. Más.

 
 

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